domingo, 2 de agosto de 2009

Trola

      Alguien una vez abanicó a una mujer de falda corta en el ómnibus. Seguramente la temperatura oscilaba por encima de un agravante calor como la burbujeante sangre del viejo. Si mal lo recuerdo quien contó la historia quería relatar un final feliz pero no rememoró ninguno, entonces acudió a una imagen plegada en su memoria de una jovencita adentro de un ómnibus que estaba siendo abanicada por un viejo flaco de finos dedos . Era un ómnibus lleno de hombres ancianos, con una linda adolescente.
Uno de ellos sentado frente a la joven ,tenía sus ojos brillantes apuntando el movimiento de su cabello que rebotaba sobre su largo cuello por el viento del abanico. Simultáneamente el movimiento del cabello y del abanico sincronizaban coreográficamente con la mano de un regordete que acariciaba sus arrugados testículos con elegancia como si fuese un terciopelo.
     La joven miraba el paisaje que le ofrecía la ventanilla , por fuera de ella se definían las líneas rectas de los edificios grises acompañados de un arbolado verdoso que dificultosamente daba un toque de equilibrio. Sin mas pensar, la joven descubrió que era objeto de miradas decrépitas y perversas. Los rostros pellejudos expresaban ademanes sexuales entre ellos, con solo mirar la tersa piel de ese joven cuello. Ni siquiera tenía abierto el cuarto botón de su camisa, lo cual no daba para conformarse. Ese patético viejo con el abanico en la mano tiraba soplos de viento sobre la joven haciendo galopar la camisa sobre sus blancos senos, abriendo el campo visual que todos especulaban. Varios de quienes estaban en el fondo del ómnibus se cambiaron para acercarse a la escena.
     La joven no se mostraba perturbada , el viejo podía notar una respuesta positiva por parte de ella , una sutil sonrisa , eso lo hacía sentir mas joven, una chance para mostrar lo hombre que era a pesar de sus articulaciones oxidadas.
Ella giró la cabeza hacia él y observó esa vieja mano venosa y arrugada moviéndose apaciguadamente sobre su muslo, se dio cuenta que no era solo él y ella quienes observaban la mano tocando.
       La joven buscaba sin buscar, hay quienes consiguen lo que quieren sin mover un dedo. Detrás de su mirada ella tenía algo en mente, siendo así , una particularidad resplandecía en esa joven mas allá de su plenitud que todo perfume detona en una flor, su sexualidad tan emergente aceleraba el pulso cardíaco sereno de los ancianos. Ese incorpóreo perfume que prendía de los sentidos a los maduros hombres aminoraba algún tipo de control, esa ética tan inyectada durante el pasado.
Pero ella no era indiferente a su poder, su arma era natural pero conciente. Esa mano que masajeaba el muslo joven había desaparecido para sumergirse en la humedad que bañaba de agua bendita esos dedos viejos ahí escondidos. Su vientre ya invadido y las largas piernas retorciéndose al compás de atolondrados gemidos. Esos ojos de bola de pool en los ancianos, la baba cremosa y blanca en esas bocas sin labios mas crecía y quedaba perdida en un profundo silencio.
      El anciano pareció rejuvenecerse abruptamente, retiró la mano escondida en la caja de sorpresas, tomó del brazo a la mujercita y descendieron ambos del ómnibus dejando los ecos de un perfume estrafalario. Los viejitos se juntaron como mandada frente a las ventanillas para adorar las ultimas imágenes de la jovencita.
      Al llegar a la habitación del motel, el viejo ya había roto la prenda interior de la muy puta y sin delicadeza alguna sacudió el dedo arrugado adentro del culo fresco que parecía procurar placer. La espumosa saliva recorría una gruta perfecta convirtiéndose en surco almibarado.
     El éxtasis le dio lo que la juventud no le había dado, la habitación , los gemidos y los cuerpos , eran el mismo objeto. El piso enmoquetado era su blando colchón , ya sentía los masajes en su entrepierna , nunca fue tocado de esa forma y la humedad de la saliva mojaba las arrugas de las piernas. El viejo en su posición horizontal veía los cabellos de la joven subir y bajar debajo de su vientre. La cabeza de ella comenzaba a moverse mas rápido hasta parecer una pelota rebotando en el piso, el viejo gemía, su cuerpo quedaba tieso. La joven apretó los dientes con fuerza cortando la cosa. La sangre mancho la moquete.

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