terça-feira, 10 de novembro de 2009

Relato de un garçom

El sol se va escondiendo son las 19:00, ya es hora de partir. La bicicleta pobre  chilla en medio de la avenida, cansada la voy llevando para encontrarme con el tumulto. Llegué, toco timbre, abren la puerta, oi! bom dia , mi trabajo comienza.
Un restaurante con karaoke de los pocos que hay en la ciudad.Para quien tiene el hábito de cantar y ser escuchado es preciso que paguen una entrada y beber cerveza cara aunque esta no lo sea. Mi bermuda y remera quedan en la mochila, la camisa blanca y el pantalón negro me los voy colocando  apresuradamente, el comprimido raspa la garganta hasta llegar al estómago y rápidamente me tranquilizo.
Descartando la primera hora de mi rutina de trabajo de la cual no hay ninguna atribución atractiva al relato mas que limpiar y organizar mesas manteles y esperar al público, a partir de las diez de la noche los brazos comienzan a doler, aunque todavía había tiempo, el amanecer me esperaba en la salida.
La música potente retumbaba la bandeja en mi mano con una cerveza destinada a la esposa de un japonés que observaba con mucho énfasis a su japonesito cantando música  "sertaneja" en el palco con gestos de momia viviente.
La momia ¡perdón! el japonés ¡no! el brasilero descendiente de japoneses inmigrantes, chillaba como una sirena de ambulancia pero igualmente consiguió ser aplaudido. A pesar de las vicisitudes de mi oficio pude observarlo bajar de su escenario con su cara de samurai imbatible.
Fugazmente la sala estaba llena y mi bandeja y yo éramos los únicos para ofrecerles nuestro fiel servicio. Mis jefes Aline y Alexandre pensaban que tenía mas de dos brazos, ellos no se equivocaban, porque el único ser quien siempre predica la verdad y nunca dice mentiras es el patrón, lo cual es irrelevante exponer opiniones adversas. Cuando el empleado se revela, automáticamente, en el instante le esta hablando a su ex patrón. La necesidad forzó mi boca floja y fui hipócrita por un leve tiempo, aunque mi tos compulsiva y honesta se escuchaba entre el barullo de los cantantes, así mi ritmo acelerado atendía ofreciendo la carta, colocando platos y bebidas en las mesas.
Una universitaria elegante que cantaba canciones de The Cranberries como si estuviese sollozando no paraba de mirarme y procuraba algún tipo de conversación íntima a pesar de tener al novio a su lado.Despúes de haber colocado una cerveza Brahma en su mesa, ella me preguntó cuales eran los días que trabajaba en el bar, yo le contesté: este es mi último día y sin hacer mas comentarios fui rumbo a la cocina.
El corazón latía fuertemente , salí de la sala para respirar aire, aunque en ese instante Aline, con tono imperativo me pidió que volviera a la sala y atendiera los clientes. No tuve mas opción que contestarle que no era un robot (aunque pensé en decirle que ella se parecía a una puta de mierda), pero como un niño bobo y cobarde volví a la sala a atender los borrachos danzando en una multitud las disonantes melodías del japonés que interpretaba a Frank Sinatra, aunque en instantes sus tonos vocales se parecían a los de Liza Minelli alcoholizada.
Mis brazos ya no los sentía pero la cerveza nunca cayó de la bandeja. Me pedí a mí mismo  que nunca mas a trabajara de mozo en ese lugar.Las corridas  siguieron hasta las 5:30 am , luego de ordenar la sala vacía , fui en línea recta a enfrentar a Aline , para decirle eso que tanto deseaba, el sudor caía de mi frente, caminé en línea recta mirando el piso , hasta observar sus sandalias nuevas, levanté la cabeza y le dije: hasta mas tarde, buenas noches.
Llevaba la bicicleta chillona en la avenida y en su manubrio se veía el reflejo del hermoso crepúsculo que bañaba la ciudad con el acogedor calor.
Después de dormir , levantarme y escribir, veo que el sol se esta ocultando y son las 19:00, ya es hora de partir al bar.

Um comentário:

  1. Seguis con la tos veo y seductor cómo siempre carioca.Realmente me dio ganas de abofetear a ese japones sin medir las consecuencias.

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